Por Mario Alarcón Muñiz / La importancia de Artigas, condenado al ostracismo por el poder centralista desde su tiempo hasta no hace muchos años, es ahora valorada de otra manera. Cierto es que han mantenido viva su memoria historiadores uruguayos (Carlos Maria Ramírez, Jaime Yaffé, Carlos Demasi, Gonzalo Abella, Carlos Machado) y entrerrianos (César Blas Pérez Colman y su nieto Oscar Tavani, entre otros, además del poeta Delio Panizza), pero es evidente que han aparecido una o varias corrientes reivindicativas, de signos diferentes y probablemente con propósitos distintos. No menciono a Pacho O’Donell, que suele venir a Entre Ríos contratado por el gobierno para enseñarnos a los entrerrianos quién era Artigas, porque no parece muy confiable un psiquiatra que fue alfonsinista, menemista y ahora kirchnerista, siempre funcionario y con idéntica pasión por unos u otros, según los momentos.
“A don José no se lo venera, se lo usa”, se quejó en Montevideo el presidente de la Asociación de Descendientes de Artigas, Tabaré Barrios Dalmao. Y no es descabellada la observación.
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