martes, 19 de octubre de 2021

El derecho a la ciudad


Por José Antonio Artusi

No debería existir contradicción alguna entre el derecho a la propiedad y el derecho a la vivienda digna, al hábitat, al ambiente saludable, y a la ciudad. Por el contrario, podríamos decir que sin garantía del derecho a la propiedad los demás derechos se tornan imposibles de satisfacer. Los países desarrollados han logrado avances que han permitido que esa ecuación se resuelva favorablemente, y algunos países de América Latina, en medio de obvias dificultades y contratiempos, han tenido también algunos logros, al menos en la sanción de normas y la implementación de algunas experiencias que marcan el camino en la dirección correcta. En la Argentina, lamentablemente, el atraso es doble, carecemos tanto de normas como de políticas públicas asentadas y con continuidad en el tiempo que hayan permitido avizorar avances concretos en la materia. Sin embargo, la perspectiva de lograr cierta continuidad en la aplicación de programas y proyectos y la necesidad de discutir cómo deberían ser las ciudades post pandemia abre una ventana de posibilidad interesante que deberíamos aprovechar.     

El derecho a la propiedad individual no es un derecho “secundario”, como ha sugerido el Papa; es por el contrario un derecho humano fundamental, pues sin propiedad no hay condiciones materiales para la libertad ni para la verdadera democracia. El problema es que muchos son lamentablemente privados de ese derecho, y por ende ven limitados sus márgenes de libertad y menoscabada su condición de ciudadanía.  Para que se ocupe y use adecuadamente el suelo vacante retenido especulativamente en áreas urbanas consolidadas no hace falta expropiar casi nada, salvo en muy pocos casos excepcionales. Además, no nos olvidemos de que buena parte del suelo vacante es fiscal, y en muchos casos está constituido por amplias parcelas obsoletas y abandonadas que perturban la expansión urbana.  Para promover la movilización y utilización del suelo ocioso basta con lograr que mantener terrenos baldíos no sea rentable, y haciendo en cambio que sea más provechoso construir y usar ese suelo. Y eso se podría lograr eficazmente desgravando las construcciones y mejoras en el impuesto inmobiliario, transformándolo en un buen impuesto al valor del suelo libre de mejoras; y eliminando impuestos distorsivos y regresivos que castigan el trabajo y el capital productivo. Como diría Milton Friedman, se trata de recurrir al “menos malo” de los impuestos, la vieja idea de Henry George.   

Digamos también que la especulación inmobiliaria y la consiguiente apropiación privada de los incrementos en el valor del suelo generadas por la acción del Estado, o sea financiadas por todos los contribuyentes, es un grave problema de nuestras ciudades, que genera y agrava muchos otros: encarecimiento del suelo urbano y de la infraestructura, ineficiente dotación de equipamiento comunitario, dificultades para la movilidad y el transporte público, presión para la expansión descontrolada de la mancha urbana, deterioro del espacio público, inseguridad, etc..

En definitiva, no será con una relativización o menoscabo del derecho de propiedad como resolveremos los enormes déficits habitacionales que tenemos. Por el contrario, sólo lo haremos si lo respetamos a rajatabla, con políticas públicas adecuadas; y si entendemos a su vez que la especulación inmobiliaria no es un derecho ni debería constituir una opción válida de ahorro sino que se trata de una apropiación indebida e injusta de algo que ha sido generado por el esfuerzo colectivo. ONU Hábitat sostiene que el Derecho a la Ciudad “es el derecho de todos los habitantes a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna”. Hagámoslo realidad.- 


Publicado en el diario La Calle el día 17 de Octubre de 2021.-

viernes, 15 de octubre de 2021

Calles que faltan: Marcelo de Alvear

Por José Antonio Artusi

A la memoria de Enrique Pereira, que me enseñó a valorar a Alvear y entender su significación.

Se cumplieron el 4 de Octubre 153 años del nacimiento de Marcelo de Alvear, Presidente de la Nación entre el 12 de Octubre de 1922 y el 12 de Octubre de 1928. Dije ese día que había sido un extraordinario dirigente de la Unión Cívica Radical, en las buenas y en las malas, y uno de los mejores presidentes que tuvo la República Argentina, para muchos el mejor. Nada en Concepción del Uruguay recuerda su nombre. En muchas ciudades pasa lo mismo. Hay una calle en Buenos Aires, no demasiado importante, que los porteños casi conocen más como “Marcelo T.” que como “Alvear”, y poco más que eso.

Los argentinos, pero sobre todo los radicales, sus correligionarios, hemos sido injustos con Alvear. Y no es una cuestión de nostalgia ni de vocación enfermiza por las efemérides. No reivindicarlo, negarlo, aceptar como verdades reveladas algunas zonceras que dijeron y dicen sus adversarios, es una de las tantas formas de no reconocer nuestros errores del pasado (y nuestros aciertos), y nos impide aprender de ellos, y condiciona por lo tanto nuestra forma de actuar en política en el presente, de cara al futuro. Más que él, al homenaje a Alvear lo necesitamos nosotros.

Marcelo de Alvear nació en Buenos Aires el 4 de Octubre de 1868 y murió el 23 de Marzo de 1942 en Don Torcuato. Pudo gozar una vida tranquila y llena de lujos, y algunos se los dió, por supuesto, pero eligió vivir a su manera, pagando por sus convicciones y por sus sentimientos más íntimos los precios que hubiera que pagar. Se dio el lujo de ser un hombre público empecinado en perseguir honesta y valientemente sus ideales, los de la libertad y la igualdad, y el lujo de vivir hasta el último de sus días con el amor de su vida, Regina Paccini, una de las cantantes líricas más talentosas de su época. El primero tuvo el costo de la cárcel y el exilio, de buena parte de su fortuna, y de la incomprensión desagradecida de propios y extraños. El segundo, solamente el desdén de la pacata oligarquía porteña con olor a bosta, a la que conocía tan bien.       

Vale la pena recordar sólo algunos de los logros de su gestión presidencial, entre tantos otros:

-          El PBI creció a un promedio anual del 6,3% entre 1922 y 1928. Los sectores más dinámicos fueron la industria y la construcción (8,1% y 13,8% respectivamente). El PBI per cápita creció 14,07% y llegó al 6º lugar mundial.

-          El Índice Gini pasó de 48,1 en 1922 a 46,3 en 1928: La desigualdad se redujo.

-          La expectativa de vida tuvo un crecimiento real del 4,73%.

-          Se consolidó YPF bajo la magnífica conducción de Enrique Mosconi.

-          En 1924 se produjo el record de exportaciones de carne, 981 mil toneladas. Nunca más se superó esa cifra. 

El historiador Eduardo Lazzari lo resume así en Twitter: “La Argentina tenía una economía donde 50% del PBI era exportado. No había pobres, salvo los que recién llegaban. Se había acabado el analfabetismo infantil... Fue hace un siglo, cuando Yrigoyen y Alvear siguieron adelante con las políticas de la Generación del 80 y las mejoraron”.

Todo ello en el marco de la más absoluta libertad y en un clima de paz social pocas veces visto en el país. Más tarde, el fraude nos privó de una segunda presidencia de este gran argentino, a quien tanto debemos. 

Publicado en el diario La Calle el día 10 de Octubre de 2021.- 

Recuperar el Mercado 3 de Febrero

Por José Antonio Artusi

La Municipalidad recuperó el año pasado la posesión del inmueble del Mercado 3 de Febrero de Concepción del Uruguay. Se trata de un valiosísimo exponente del patrimonio urbanístico y arquitectónico de la ciudad, con un enorme potencial para aportar a la revitalización del centro histórico de la ciudad. Fue inaugurado el 20 de Enero de 1944. Sólo 5 días más tarde murió a los 54 años quien como Presidente Municipal entre 1939 y 1943 había impulsado la concreción de tan importante obra, Ambrosio Artusi.

Se abre entonces una valiosa oportunidad que no debe ser desaprovechada. La legitimidad de las decisiones que se tomen debería estar alimentada tanto por su encuadre en un proceso riguroso de planificación urbanística como en la más amplia participación ciudadana.

Cómo recuperar el Mercado? Brindo algunos modestos aportes a un debate que resulta imprescindible.

El Mercado no es una “isla”, forma parte inescindible del centro histórico de la ciudad, y debe por lo tanto aportar a su revitalización, integrándose de manera armoniosa con su entorno. Para ello hace falta primero tener un plan que establezca un diagnóstico, plantee objetivos y proponga estrategias efectivas. Cabe recordar en este sentido que en el último proceso de planificación que tuvo la ciudad, la reformulación del Plan Estratégico, hace ya 11 años, se propuso un proyecto identificado con el número 59 y denominado “Plan de Mejoramiento del Área Central”, incluyendo la renovación y puesta en valor de la peatonal y el distrito de protección histórica, entre otros ítems.

Suponiendo que se define un plan para el centro histórico de la ciudad en términos generales, hará falta precisar el destino que se le brindará al Mercado. Sugiero definirlo a partir de un proceso de amplia e intensa participación ciudadana. Definido el plan para el centro y el trazo grueso del destino y el programa de necesidades a asignarle al Mercado, la definición del proyecto de arquitectura debería hacerse a través de un concurso nacional.

Finalmente, debería seleccionarse por licitación pública la empresa encargada de financiar, construir y administrar las obras necesarias para concretar el proyecto. La contraprestación debería consistir en la concesión de la explotación de los locales comerciales por determinada cantidad de años. De esta manera se apelaría a la participación del capital privado para financiar las obras, pero al servicio de objetivos orientados al bien común y definidos de manera pública. El municipio no erogaría un centavo y se aseguraría futuras rentas pero – mucho más importante – se concretaría un proyecto estratégico, que podría constituir un formidable aporte al desarrollo local.

Qué destino podría tener? El mismo que tuvo originalmente, pero adaptado a las exigencias del siglo XXI: un mercado de comidas que sea a la vez un paseo de compras y un centro gastronómico. Un atractivo turístico, con espacio también para el arte, la cultura y el espectáculo. Un sitio que podría ser convocante tanto para los uruguayenses como para los turistas. La oportunidad está planteada. Hay que aprovecharla.

Publicado en el diario La Calle el día 3 de Octubre de 2021.-