Por Adrián Pino / La situación de violencia creciente no es nueva: ya en 2012 la comunidad se movilizó por el asesinato a sangre fría de un empleado de una empresa de remis, y el año anterior con el asesinato de un comerciante, y antes con la muerte de Darío Ferrer mientras atendía su kiosco. Pero la memoria colectiva cede, perezosa, ante el paso del tiempo y la gente se va olvidando de la gravedad de los problemas, tal vez alentada por la decisión deliberada de la Policía de frenar la publicación de hechos delictivos, en connivencia con algunos medios de comunicación.
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