Por Antoni Domènech, G. Buster y Daniel Raventós / La entrada en Madrid de las Marchas de la Dignidad y su calurosa acogida popular convertida en una "gigantesca manifestación" –como la ha calificado Le Monde— que bloqueó todo el centro de la ciudad han venido en un momento que no podía ser más oportuno. En un momento de desgaste, de cansancio, de hartazgo y –seamos claros— de desmoralización profunda y creciente de un pueblo trabajador cruelmente castigado durante seis años por la crisis, un paro obrero peor que el de la Gran Depresión y unas pérfidas políticas procíclicas de ajuste fiscal, devaluación salarial, contracción sin precedentes del gasto social y contrarreforma reaccionaria del derecho laboral democrático.
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