Por Gerardo Pisarello / Hace poco más de un lustro, un grupo de activistas e investigadores publicó en la editorial Virus un libro demoledor, titulado Frontera Sur. El trabajo comenzaba recordando algo elemental. Que las fronteras no son instituciones naturales ni políticamente neutrales. Que son creaciones convencionales que varían en el tiempo. Y que no afectan a todos por igual. Para el rico de un país rico, la frontera no suele ser más que una formalidad superable con la simple exhibición de un pasaporte. Para el pobre de un país pobre, en cambio, la frontera aparece como un obstáculo en el que puede dejarse la vida. O como una experiencia, en todo caso, que lo acompañará como su sombra, que determinará su vida cotidiana y su relación con la ley, los tribunales, la administración y la policía.
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