Por Hipólito Solari Yrigoyen / Como si no tuviera problemas serios que resolver, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, de Mauricio Macri se ha ocupado con todo interés del juego. No se trata de controlar su expansión y hasta su posible reducción al mínimo, ya que ni aquí ni en ninguna parte del mundo se puede eliminar, sino todo lo contrario al control de la expansión, Se trata de quedarse con el juego para fomentarlo y ampliar las arcas fiscales con el dinero de los adictos, verdaderos esclavos del juego, aunque ese impulso implique tragedias personales y familiares: suicidios, divorcios, pérdida del patrimonio, quiebras y hasta incursión en delitos. El juego es un monopolio del Estado, pero en la práctica se da en concesión y, por eso, muchas veces, detrás de las peleas por el juego, hay intereses para favorecer, a futuros concesionarios, que explotan una actividad sin riesgos, porque quienes lo explotan siempre ganan. Concesiones con trasfondos ocultos. Difíciles de probar, como muchos actos de corrupción, pero que existen. Ahora el arreglo público en este caso ha sido entre Macri y Cristóbal López, dueño de los barcos-casino y de los tragamonedas del hipódromo de Palermo. A cambio de un 3 por ciento de las ganancias de un canon especial que recibirá la ciudad, esta renuncia a cobrar ingresos brutos, El juego seguirá avanzando con la protección oficial del gobierno de la ciudad.
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