Por César Rendueles / En España, la ideología arquitectónica desempeñó un papel esencial en la legitimación de la burbuja inmobiliaria, con la destacada complicidad de los teóricos de las ciudades creativas. Nos ayudó a imaginar que un modelo económico suicida, heredado del franquismo y perpetuado por sucesivos Gobiernos del PSOE y el PP, era un viaje de ida a la prosperidad postindustrial. Toneladas de acero cromado y hormigón pulido proporcionaron un atrezo chic a la usura hipotecaria generalizada. La destrucción del tejido industrial y los obscenos beneficios de las élites extractivas parecían un modesto precio a pagar por un futuro high-tech que se desarrollaría en escenarios diáfanos sacados de algún número de la revista A+U.
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