Por Fabio Quetglas / Se trata de un razonamiento cuanto menos opinable, que degrada el esfuerzo de muchos intendentes argentinos por no vaciar a la gestión local del sentido político inherente a toda gestión pública. El día a día de los intendentes está plagado de decisiones de una profundidad ideológica muchas veces soslayada; desde el uso del suelo hasta la apertura a los nuevos temas de agenda pública. Sin embargo, ahora nos encontramos ante una paradoja. Resulta que son los mismos “hacedores” en su función de candidatos los que se niegan a expresar ideas, renunciando a la enorme oportunidad de unirlas con las experiencias concretas de políticas aplicadas en sus gestiones. Ellos, siendo quiénes lograron poner en primer lugar de la consideración social las gestiones de proximidad, al no reivindicar la densidad política de su tarea, la desvalorizan. Es una cara extraña de la reivindicada “vuelta de la política”.
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