Por Jean-Loup Amselle / En el curso de los últimos cincuenta años, Francia ha pasado de un republicanismo y de un universalismo oficiales a un multiculturalismo oficioso. En buena lógica republicana, y siguiendo la misma línea de la filosofía política del siglo XVIII (Rousseau), centrada en la ausencia de instancias intermediarias entre los ciudadanos y el Estado, Francia no habría tenido que asignar lugar alguno a la noción de cultura. Sin embargo, tres fenómenos han venido a oponerse a este atomismo: la lógica colonizadora posterior a la Revolución, que retomó de hecho los principios de gestión que se remontan al Antiguo Régimen, la política de la UNESCO que, desde la Segunda Guerra Mundial, y bajo la égida de la antropología francesa, condujo al reconocimiento de los derechos de los «pueblos autóctonos» y por último, y sobre todo, la difusión de las ideas multiculturalistas procedentes de América del Norte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario