Por Pepe Eliaschev / Para Cabot, Jaime “no hizo absolutamente nada sin la venia de Néstor Kirchner, su amigo, a quien visitaba en la Casa Rosada a diario, siempre a última hora. Jamás se reportaba al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, su jefe de acuerdo al organigrama. Su relación era con Kirchner”.
No ha sido condenado. Ha sido procesado. Pero la peripecia de Jaime ilumina un momento inefable y muy elocuente. No hay “relato” con qué encubrirlo. Es un momento impregnado de inconfundible olor a cambio, un punto de inflexión. Aunque aún falte bastante, ya nada debería ser igual.
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