Por Gustavo Altinier / "Al repasar el transcurrir político de la última década surge como interrogante difícil de desentrañar la forma en que los actores principales (Néstor y Cristina) terminaron por dilapidar sus propios aciertos.
Por nuestra parte, tenemos en claro que, al amparo de condiciones externas excepcionalmente favorables junto a la devaluación monetaria dispuesta por su antecesor, el kirchnerismo inicial, aun con desprolijidades, ofreció expectativas promisorias: integración de la Corte Suprema de Justicia, renegociación de la deuda externa con salvaguarda de la soberanía, ley de financiamiento educativo, tipo de cambio competitivo, superávit fiscal y comercial, baja inflación, promoción del consumo interno, inclusión social, paritarias laborales.
Sin embargo, por acciones u omisiones de propia autoría transita su etapa postrera con gran parte de aquellos logros arrojados por la borda. La realidad de hoy como un fatídico espejo le devuelve: alta inflación, estadísticas oficiales adulteradas, déficit fiscal, crisis energética, cepo cambiario, intemperancia política, aumento del desempleo y de la informalidad laboral, acecho a la justicia, restricciones a los ciudadanos para accionar contra el estado, condicionamiento a los medios de comunicación mediante la pauta publicitaria, relato con pretensiones fundacionales; y mucho más.
Evidentemente, terminó por predominar la matriz original de corrupción y ejercicio del poder sin límites acarreados desde Santa Cruz, con su raigambre de populismo delegativo donde no se acepta el disenso y toda opinión debe subordinarse a la lógica excluyente de "amigo-enemigo"; para culminar exhibiendo la incapacidad de generar figuras de recambio e imponer la sucesión eterna.
Por eso mismo, puestos a confrontar lo bueno y lo malo del kirchnerismo advertimos que el balance no discurre entre categorías antagónicas que será para los adeptos de tiempo ganado y para los críticos de ciclo perdido.
En rigor, el examen sobre este período caracterizado por circunstancias tan propicias, quizá irrepetibles en el devenir de nuestra nación, pasa por otros parámetros, más profundos y severos en el análisis, cuyo saldo irrefutable arroja una decepcionante frustración por la oportunidad desperdiciada; que ha hecho de estos años una década malograda.
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