Si un lugar sobrevive físicamente y además hay un testimonio documental de las cosas que han pasado, puede ser un candidato a conservarse. Incluso, si hay que destruir la estructura física, hay que cuidar que la nueva sea respetuosa de lo que allí funcionaba con la adaptación de una construcción contemporánea. Pero que exista una solo piedra original no sacraliza el lugar. El patrimonio debe estar conectado con la memoria. Una ciudad que pierda la memoria se condena a un alzheimer urbanístico.
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