Por Mario Barletta / Un 15 de junio como hoy, comenzaba la huelga estudiantil en la Universidad de Córdoba. Fecha que condensará luego, con el transcurrir histórico, todos los sentidos del movimiento libertario de Córdoba, que tuvo expresiones en las ciudades universitarias de todo el país.
La Reforma Universitaria será para siempre el movimiento de liberación de las nuevas generaciones, en procura de las bases educativas y populares para una cultura auténticamente democrática. Significará la idea de una Universidad libre y abierta como comunidad de maestros y discípulos.
La Reforma trascendió lo meramente pedagógico. Lo que se cuestionaba no era solo un régimen académico retrógrado y confesional sino también un sistema de injusticias más global.
“Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país con una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que faltan”. Dirá el Manifiesto Liminar, cuya claridad conceptual y fuerza política se traducen fielmente en un estilo literario particularmente bello.
Hoy años después hay dolores que avergüenzan. Pobreza, desigualdades en el acceso a la educación, la salud, la vivienda, bienes culturales y servicios básicos.
Los convoco a emular la grandeza de los jóvenes reformistas de Córdoba y Santa Fe para persistir día a día en tener una vergüenza menos y una libertad más
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