martes, 11 de junio de 2013

La Sociedad de los miedos

Por Nicolás Gallo / Lleva ya muchos años la Argentina trabada por sus miedos. Hoy ha llegado casi al paroxismo. El miedo de la sociedad se manifiesta a veces como un acto de cobardía globalizada. Otras veces se asimila al temor, como una actitud de prevención de un posible peligro. 
Tenemos miedo de caminar por las calles; de que los bancos se queden con nuestros ahorros y de que no haya dinero para nuestras jubilaciones. Tenemos miedo de empobrecernos y de que la brecha entre pobres y ricos se agrande y se haga tensión; y también de la repetida angustia de todos los meses de no llegar a fin de mes. Tenemos miedo de una AFIP convertida en Gestapo fiscal y de las distintas formas de venganza del poder. Miedo cuando los atropellos a la ley provienen del Gobierno. Tenemos miedo también de exponer nuestras ideas y miedo de no aguantar más las mentiras y las trampas de los que nos gobiernan y reaccionar entonces con la violencia del hastío. Tenemos miedo asqueado de los funcionarios y legisladores miedosos y de una justicia títere. Y tenemos miedo cuando llueve porque sobrevendrán las inundaciones; cuando viajamos en tren porque nos acechan los accidentes; cuando nuestros hijos salen de noche porque las patotas y los delincuentes están libres; porque nuestros hijos son condenados a la subeducación; y, porque cuando falta el pan en la mesa, las neuronas de nuestros niños se subalimentan. Tenemos miedo cuando la droga entra de la mano de la juventud cercana. Y también tenemos miedo cuando la Presidenta vocifera que hay que tenerle miedo a ella, que es el mismo miedo que tendríamos si el capitán del barco que nos transporta perdiera la brújula. Y tenemos miedo porque aquella Argentina que logró unir sus fragmentos en la segunda mitad del siglo XIX, está en rumbo de volver a fragmentarse en mil pedazos. El miedo paraliza. Es sinónimo de inacción. Y se transforma, en la práctica, en una Argentina estática, sin darse cuenta que quedarse quieto mientras el mundo avanza, es retroceder. El miedo se ha instalado en Argentina y campea sobre las cabezas de su gente. Derrotarlo es volver a creer en nosotros mismos, a pesar de nuestros dirigentes. Las marchas multitudinarias del 13 de septiembre, del 8 de noviembre y del 18 de Abril fueron un ejemplo de ello. Habrá otros. Las próximas elecciones de Octubre serán un paso más para desterrar esos miedos que ahogan a la sociedad.

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