Por Rogelio Alaniz / Por último, la responsabilidad de la clase dirigente, responsabilidad que incluye en primer lugar al gobierno, sobre todo a un gobierno que protege a jueces corruptos, a empresarios mafiosos y a funcionarios tramposos. ¿Hace falta mencionar los nombres de Oyarbide, Báez o Boudou? ¿Hace falta recordar el elogio oficial a los barrabravas, la legitimación de “Vatayón militante”, las bravuconadas de la señora desde el atril, las amenazas y los golpes de Guillermo Moreno, las vulgaridades ofensivas de Aníbal Fernández, los ataques a periodistas y políticos opositores?
Por supuesto que el gobierno nacional tiene responsabilidad en lo que está ocurriendo. Mucho más después de diez años en el poder, mientras sus publicistas se jactan de los imaginarios beneficios de la década ganada. Alguna vez se dijo que la violencia de arriba engendra la violencia de abajo. Se lo decía en otras circunstancias y por otros motivos. Pero hoy, ante el escenario devastador e inclemente de los linchamientos, bien podría decirse que a la persistente y facciosa injusticia de arriba le corresponde la despiadada violencia de abajo. ¿Ella lo hizo? No es la única, pero convengamos que ha hecho un aporte inestimable.
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