Por Ignacio González Lowy / “Ajá… -el director escribe en un anotador, y casi al mismo tiempo teclea en la computadora-, sí, sí, te sigo… ¿El jardinero de Lanata?... Sí, sí, te escucho… ¿Y es cierto?... ¿Ah, sí?... Está, está, está claro…”, y cuelga el teléfono. Casi sin levantar la vista de la pantalla, mientras hace un bollo con el papel que recién anotó, el director levanta la voz para que todos en la redacción escuchen. “Si llega una nota sobre un tal Barreiro, no sale nada, ¿eh?, no pasa nada pero nada, ¿estamos?”. Nadie responde, pero está claro que “estamos”. Y cada uno busca en su computadora qué será eso del tal Barreiro.
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