Por Ricardo Lafferriere / Deseando equivocarnos, no hemos escuchado a Carta Abierta, ni a Hebe, ni a Estela, ni a los verborrágicos artistas "nac & pop", ni a los periodistas militantes, ni a los gremialistas "combativos", ni a los dirigentes políticos y legislativos del kirchnerismo, y ¡vamos! ni a la propia neokirchnerista Beatriz Sarlo hacer referencia a la vergonzosa declaración de Moreno banalizando uno de los mecanismos más tenebrosos de la dictadura para hacer desaparecer personas, como lo fue arrojarlos vivos al mar.
No es un tema que pueda dejarse pasar alegremente, porque no es cualquier persona.
Uno de los dirigentes más emblemáticos de la administración peronista anterior, que no sólo hacía gala de su babosa subordinación a "la jefa" kirchnerista sino que reivindicó permanentemente su identidad justicialista, más aún que del grupo interno del peronismo al que perteneció la anterior Jefa del Estado.
No es sólo, entonces, sólo del kirchnerismo que la sociedad espera pronunciamientos. También del peronismo, que sin dudas tiene en su seno miles de dirigentes a los que ese pronunciamiento les debe haber producido una reacción vomitiva. Deberían hacerlo, por su bien y por el bien de la democracia argentina, mucho más teniendo en cuenta la cantidad de compañeros de su fuerza política que sufrieron esta miserable operatoria criminal de tiempos procesistas.
Esta nota será corta, porque el tema no admite elucubraciones. Linda con la capacidad de tolerancia ética de la condición humana. Con quienes así piensan no es posible dialogar porque implica reducir el propio autorespeto. No sólo de quien opine, sino de aquellos que abran canales de comunicación que permiten multiplicar su llegada.
Es asqueroso escucharlo. Tanto como el retumbante y despreciable silencio de quienes, ante este juicio miserable, deberían no sólo hablar sino condenarlo sin matiz alguno.
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