El 30 de Marzo de 1982 se realizaron actos de protesta convocados por la CGT en Buenos Aires y en varias ciudades del país. La represión salvaje fue la respuesta lógica de una dictadura asesina que llevó al terrorismo de Estado y la violación más sistemática y aberrante de los derechos humanos a la máxima expresión conocida en nuestra historia, en una magnitud pocas veces vista en el mundo, que hizo que la palabra "desaparecido" sea conocida en nuestro idioma antes que en ningún otro. Ese día, en el marco de la represión, las "fuerzas del orden" mataron a un trabajador en Mendoza.
Recuerdo particularmente la fecha porque ese día cumplí 17 años, y lo festejé junto a un grupo de amigos en la quinta de mi abuelo, que quedaba pegada al Batallón de Ingenieros de Combato del Ejército, en Concepción del Uruguay. El clima era tenso. En nuestras conversaciones de adolescentes, tímidamente, se empezaba a colar la política.
2 días más tarde mi madre me despertó para ir al Colegio y me contó, con una preocupación y angustia imposibles de disimular, que habíamos invadido las Malvinas. Mi primera impresión, lo confieso, fue de alegría y entusiasmo. En el Colegio se vivió esa mañana un ambiente de excitación y euforia. Aparecieron algunas banderas y no tardaron en surgir los cánticos. Al rato ya estábamos dando una especie de "vuelta olímpica" por los históricos pasillos del Colegio del Uruguay, y cuando quisimos acordar nos habíamos escapado todos, rumbo a la Plaza Ramírez y de ahí al Diario La Calle, donde nos sacaron una foto que debe estar todavía en sus archivos. Al rato, entre aburridos y confundidos, volvimos al Colegio para ligarnos la justificada reprimenda. Cuando llegué a casa al medio día la cara de mi padre me hizo presagiar alguna desgracia. Sin embargo, los medios de comunicación y las voces del gobierno nos decían que todo iba bien, que era imposible que los ingleses tomaran las islas, y disparates por el estilo. Y nosotros, tremendos pelotudos, le creíamos. Sin embargo, Papá escuchaba - esos días más que nunca - Radio Colonia. Y Radio Colonia decía otras cosas...
Había unos pocos dirigentes políticos que también decían otras cosas. Raúl Alfonsín fue uno de ellos. Con lucidez y valentía - hoy parece obvio pero había que tener coraje para decirlo en ese momento - Alfonsín planteó la verdadera naturaleza de la aventura militar, un intento desesperado de un régimen sanguinario y opresor de su propio pueblo por retener el poder a cualquier precio, que costaría la vida a soldados argentinos enviados a una muerte absurda, y que de todos modos fracasaría estrepitosamente. Los hechos le dieron la razón.
La sociedad argentina todavía no ha hecho una autocrítica sincera sobre su actitud frente a aquel cínico intento de Galtieri y compañía por prolongar el avasallamiento de la soberanía popular invocando la soberanía territorial. El 30 de Marzo de 1982 hugo algunos miles de personas en la Plaza de Mayo, pero fueron muchos más - aunque no estuve físicamente allí quiero decir "fuimos", con vergüenza y dolor - los que festejamos la estúpidas e infantiles bravatas de Galtieri. El tema es que no fuimos nosotros, ni mucho menos Galtieri y los irresponsables que lo acompañaban, los que sufrieron las consecuencias de aquel delirio. Las víctimas fueron, mayoritariamente, soldados pobres de provincias períféricas. Aunque duela decirlo, fueron las últimas víctimas de la dictadura militar.
Y la realidad nos indica que - a 33 años de aquella locura - estamos mucho más lejos que antes de recuperar las Malvinas. Por eso, no tiene ningún sentido que el 2 de Abril sea feriado. Es una de las fechas más trágicas y ominosas de nuestra historia y sólo debería servir para recordar nuestros errores, de modo tal de lograr que nunca más volvamos a cometerlos.
El 2 de Abril, rindamos honor a los caídos, pero no hay nada que festejar...
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