viernes, 14 de junio de 2013

No más avance del juego en Concepción del Uruguay. . .

Por Néstor Ojeda y Mariela ZappaNos estamos desplumando entre nosotros. El turista ya no viene por el casino, pues ahora lo encuentra en cualquier lugar del país. Y desde la ruleta,los dados, la carpeta o las maquinitas, somos nosotros los que habilitamos el desarrollo de actividades delictivas que suelen aparecer paralelas al juego,como el lavado de dinero, el narcotráfico y la trata de personas. . . Mario Alarcón Muñiz 
En Noviembre de 2012 se debatía en instancias judiciales el pedido del Municipio de Concepción del Uruguay de desalojar las instalaciones del Mercado Municipal 3 de Febrero donde los artesanos locales desarrollan sus actividades culturales, a fin de instalar máquinas tragamonedas y bajo la marquesina del llamado “Proyecto turístico integral” pactado con el empresario, Miguel Marizza, donde se acordaba la construcción de una nueva terminal. Importantes sectores de la ciudadanía rechazaron este proyecto, considerado lesivo y leonino, y acompañaron a los artesanos en sus reclamos por cuidar las fuentes de trabajo y el patrimonio cultural. Después, el propio municipio rescindió el convenio con la empresa “Entretenimientos de la Costa” alegando un atraso considerable, en la entrega del edificio de la nueva terminal. Pero ahora, se insiste en avanzar en un replanteo del proyecto, de manera totalmente irregular y llama la atención de que, estando el contrato resuelto, por un decreto y luego ratificado por una ordenanza, se permita la continuidad de la obra en construcción de la nueva terminal, cuando el Municipio la debería haber intervenido. Llama poderosamente la atención, que se insista con un nuevo esquema, cuando el “denominador común” es la perseverancia en la instalación de máquinas tragamonedas o similares. Incluso hemos escuchado justificaciones, en decir que “algo había que hacer” con los edificios que se entregan en concesión, especialmente “la actual terminal de ómnibus”, por el estado en que se encuentra, cuando esto es fruto de la desidia y el abandono, consecuencia y responsabilidad absoluta de sucesivas administraciones municipales del mismo signo político desde el año 1987 hasta la fecha. . . Lo decimos de manera tajante: “No queremos más avance del juego en Concepción del Uruguay, sea mediante máquinas tragamonedas, otros juegos de azar o lo que fuere y tampoco que se instalen en ningún lugar ni predio público ni privado de la ciudad. . .” Como ciudadanos comunes nos preguntamos: ¿No es suficiente ya para el “turismo integral” la existencia de un casino en pleno centro de Concepción? ¿Quiénes se benefician con el juego, las máquinas tragamonedas, etc? ¿Quiénes se perjudican? ¿Por qué hay tantas voces que aún permanecen silenciosas ante una problemática suficientemente probada como destructiva para la persona y la sociedad? También recordamos el hecho ocurrido en Febrero de 2010,donde Valentina, una beba de un mes fallecía en el interior de un auto cuando sus padres la dejaron para ir a jugar al casino de Gualeguaychú . . . un hecho escalofriante producto de la “locura” por jugar. Como lo muestra la geografía argentina, la provincia de Entre Ríos y Concepción del Uruguay, no son ajenos al crecimiento de “la ofertade juegos de azar . . .” Como bien lo dice el documento de los Obispos argentinos en “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad 2010-2016” (29) “. . .en todo el país se ha multiplicado la oferta del juego . . .” Basta recorrer las calles de Concepción para observar el aumento de casas de juego de azar, e investigando un poco más, el agregado de por lo menos cuatro horarios diarios para las apuestas en los locales de lotería,con el sólo propósito de recaudar más y más. La realidad social, económica imperante de falta de trabajo y depreciación del salario, hace que muchas personas depositen una “falsa esperanza” “ de solucionar todos los problemas económicos con un golpe de suerte”,afirman los Obispos en el Documento “El Juego se torna peligroso” de Diciembre de 2010. Cuando el juego pasa a ser una práctica cotidiana y obsesiva,se empieza a caer en la telaraña de la adicción al juego o ludopatía. La persona que necesita jugar, por esa falsa ilusión de ganancia, hará lo que esté a su alcance para lograr el fin de ganar un plus y en otros casos recuperar lo perdido en las apuestas: endeudarse, vender objetos personales y hasta familiares. Su actitud enfermiza no mide consecuencias y su entorno familiar se ve dañado, sus vínculos se desmoronan; la familia se destruye y se llega a situaciones donde no pudiendo salir de ese círculo, optan por el suicidio. Es el Estado el que debe garantizar el bienestar de las personas y sus familias asegurando el acceso a un trabajo digno, bien remunerado permitiendo y favoreciendo la apertura de fuentes de trabajo digno y genuino. No lo será con la instalación de máquinas tragamonedas – alentando conductas adictivas- y promoviendo la proliferación del juego Lo afirman los obispos en su documento: “El juego se torna peligroso”: “Sabemos también de la vinculación de esta actividad con el lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, armas, personas.” Y para quienes justifican el juego como fuentes de recursos económicos y sociales,nuestro Obispo Diocesano, y presidente de la Comisión Episcopalde Pastoral Social, afirmaba: “Para sostener programas sociales tan importantes como necesarios, no hace falta recaudar entre los pobres o de clase media, sino promover otros modos de redistribución de la riqueza.” Como sociedad es importante tomar conciencia y prevenir fundamentalmente a través de la educación. “La familia, las comunidades religiosas, las escuelas, los clubes; tenemos que mostrar la belleza de la existencia y fortalecer lazos afectivos y sociales.” sostienen los Obispos en “El juego se torna peligroso”. Por último, como laicos de la Iglesia Católica observamos con preocupación, estupefactos, con dolor, la actitud de muchos hermanos católicos,que siendo personas conspicuas, que cumpliendo roles claves y trascendentes en nuestra sociedad, no alzan su voz,en estas situaciones que agravian la dignidad de las personas afectando su integridad, mientras se promueven alegremente lacras y vicios sociales. Aquellas posturas de silencio cómplice o de indiferencia, que en definitiva son acciones de omisión, hablan de ignorar el magisterio de la Iglesia; llamando la atención sobre aquellos que buscan anteponer su virtud personal, pero se “olvidan” que no hay virtud personal sin ejercitar la virtud social de su fe. 

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